Y allí estaba ella, con su característica mirada vacía, perdida, como si estuviera cansada de esperar. Ahí estaba sentada tranquilamente sobre aquel pasto recién cortado, con su mirada perdida en aquel muro de ladrillos que poseía la osadía de separarla del mundo exterior y acortar su vista. Ahí tranquilamente, del otro lado de aquella pared, un árbol maduro florecía, como todos los años en primavera, con una desprolijidad que aquella joven agradecía, gracias a esa desprolijidad ella conseguía ver una rama de ese precioso árbol cuyo nombre ignoraba, gracias a esa desprolijidad su imaginación podía volar hacia donde quisiera teniendo como ancla esa rama. Esa tarde en particular su imaginación voló hacia donde hacía años no lo hacía, a aquel rincón obscuro que tantos medicamentos y doctores buscaron reprimir, su imaginación fue directo a desafiarlos. Ella pensó en la muerte, como si en flores lo hiciera, pensó que cada brote que caía de ese árbol era una persona que moría alrededor del extenso mundo, tenía sentido ya que caían diez o quince por segundo, pero de repente se detuvieron y por el lapso de aproximadamente quince minutos ni un solo brote cayó, entonces aquella muchacha notó que su imaginación se equivocó demasiado, pues a cada segundo mueren demasiadas personas. En cuanto llegó a la cúspide de su decepción, se levantó del pasto decidida a volver a entrar,
al pararse recordó que más allá del muro había muchas más ramas, muchos más brotes cayendo a cada segundo, todos desde el mismo árbol. Y como por arte de magia aquel árbol se convirtió en una especie de árbol de la vida, se hizo poseedor de un fervor único y una frase acompañaría el recuerdo de la muchacha cada vez que su muerte viajara en las tardes de primavera. Por cada brote que cae uno nuevo nace, así son la vida y la muerte, tan distintas pero tan cercanas. Un a fina línea es lo único que las separa. En cuanto entró las personas que ahí se encontraban notaron que la mirada de esa chica, tan misteriosa, tan cerrada, tan tímida, ya no era la misma que antes de salir, ahora era fría pero poseía una chispa de esperanza, como si supiera que el camino correcto ya no está muy lejos. Y conocedora de esa mirada distinta que poseía , logró probar lo que se había cansado de decir: " No es malo pensar en la muerte, es solo otra manera de ver la realidad y vivir la vida, lo que para ustedes es tabú, a mí me ayudó reiteradas veces a encontrar el camino para seguir viviendo. Irónicamente, la muerte me acercó a la vida, mientras que esta solo se encargó de llevarme al borde de la muerte".
Daniela Arcaide, 1º 2º